2024(e)ko otsailaren 18(a), igandea

 


La mañana en que sus recuerdos casi se interrumpieron para siempre

‘No está bien mirar atrás. Pero eso nos muestra a la vez por donde andamos y donde nos situamos’-se dijo para sí. Tenía claro que para cualquiera la totalidad de la figura que representa qué somos, se nos aparece a través de solo algunos puntos, algunos momentos.

En la vida en algunos momentos es totalmente necesario el mirar atrás para ver de alguna forma qué somos. ‘La vida es a veces como una penosa ascensión y en esos lugares donde se hace dura la ascensión no se puede evitar el volver la vista atrás para ver cuánto hemos arriesgado en ella y ver dónde nos hemos apoyado para ascender, antes de que esos puntos de sujeción queden fuera del campo de visión.

En un ejercicio similar, los sucesos significativos vividos debemos repasarlos en el recuerdo, antes de que se oculten en el inconsciente’- tales ideas discurrían en su cabeza mientras paseaba por el parque de Monterron. En esa situación con un sentimiento agridulce se sentía de alguna manera como una marioneta.  

Sentía que su cuerpo era movido por hilos como en el espectáculo de ‘Colorín y sus muñecos’ que se daba en todas las fiestas de San Juan. Se sentía como una marioneta movida por la historia. Pero si aquel día le hubieran golpeado las dos rocas en la cabeza…

No habría visto lo que le ocurrió a Casitas, el madrileño, en la Universidad Laboral de Éibar. Cada semana había que cambiar las sábanas. Luego, a la noche, allí estaban las nuevas para hacer la cama.

Aquel mediodía Casitas no tenía nada mejor que hacer y decidió adelantar el trabajo. Subió las escaleras e hizo la cama. Allí estaba luego a la noche rascándose la cabeza. ¿Qué demonios? ¡La cama estaba sin hacer! Por otro lado, el alumno del piso de abajo también se rascaba la cabeza. ¡Qué alegría! ¡Tenía hecha la cama!

¿Cómo era posible? El edificio de los dormitorios constaba de tres pisos que eran idénticos. Nuestro Casitas en lugar de subir al tercer piso, donde estaba su cama, se quedó en el segundo e hizo sin querer la cama de otro alumno. En vano quiso adelantar el trabajo

Tampoco habría visto lo que hizo Martínez Climent en la Universidad Laboral de Éibar. En clase de gimnasia se subió a la cama elástica con las botas de calle y a cada salto que daba los que le rodeaban decían: ‘cua, cua’. Por ello acabo con el mote de ‘el pato’ de ahí en adelante.

Nacido en Lugar Nuevo de San Jerónimo, su tercer o cuarto apellido era realmente curioso: Gregori. Algunos quedaron un día para levantarse a las 5 de la mañana para estudiar para un examen. Entonces no estaba bien visto el estudiar todos los días. Como dijo alguno: ‘Si estudias muchas horas ahora, ¿cuántas horas tendría que tener el día para aprobar en la Universidad?’ Un consejo muy conveniente para todos para acallar la conciencia. Martínez Climent fue de uno en uno de los que querían levantarse, golpeándoles suavemente con la mano. A decir verdad, tenía un aspecto un tanto extraño, como de un robot.

Luego a la hora del desayuno vino allí gritando: ‘Pero, ¿cómo, cómo no me habéis despertado para estudiar? -decía. Todos totalmente asombrados le contestaron:  ’Pero si tú has sido el que nos has levantado a todos’. Luego confeso él: ‘Si digo la verdad, un día me acosté con el pijama y al día siguiente me levanté vestido con la ropa de calle’.

Ni habría escuchado qué severo era el padre de los Urdangarin, los de Mondragón, con sus hijos. La educación de una chica y dos chicos no sería tarea fácil. 

Tenía un taller en los alrededores del puente de Kondekua. Así y todo, algunos métodos pueden ser extremos. Cuando el hijo mayor sacaba un suspenso, el padre le hacía ir en moto hasta Kanpanzar para que allí el dueño del hostal le firmase un papel que le entregaba. 

De allí a unos años ya no era posible tal firma, pues al dueño del hostal, Iñaki Etxabe, le mataron una noche maldita. Fueron tres los asesinos, que aún siguen sin castigo ni identidad. Su única culpa fue la de tener dos hermanos refugiados en Francia. Llenaron el hostal con su sangre sin ninguna compasión.

Todo el pueblo de Mondragón iba tras el féretro por la calle de Maala en aquella noche oscura de plomo. Solo se oía los pasos de una masa oscura informe de gente. Una procesión llena de desesperación. Rostros sombríos y afligidos. Pero si aquel día le hubieran golpeado las dos rocas en la cabeza…  

No habría sido testigo de cómo el poder se utiliza de forma injusta con cualquier excusa. Jose Ramon Landa, para los amigos ‘Txintxeto’, estaba feliz aquel día. Para entrar en las Cooperativas solo le faltaba la última prueba, el análisis médico.

Allí estaba en el Centro Asistencial de Mondragón con los demás preguntándose para sí qué ropa tendría que quitarse para el análisis. De repente apareció ante él el jefe de Personal de las Cooperativas, I.A.Z., y le dijo: ‘vete a casa, tu no haces los análisis’. Allí se fue cabizbajo, tratando de asimilar lo que le había sucedido.

Al Ayuntamiento, sin embargo, no le importó que Jose Ramon Landa fuera miembro del Movimiento Comunista de Euskadi. Su vida laboral la pasó siendo alguacil de Mondragón. I.A.Z. tranquilo y sin remordimientos iría en bicicleta el día siguiente al cine Gurea. En el trabajo posiblemente hablaría más que de temas de personal sobre qué película traería al cine Gurea para proyectarla, pero bajo un herrumbroso lema de ‘vade retro comunistas’ se sentiría tranquilo.

Jose Ramon Landa estudió una temporada en la Universidad de Lovaina, donde había mucha gente de izquierdas. De este modo el pueblo de Mondragón tuvo por primera vez y posiblemente ultima un policía municipal que estudio en la Universidad de Lovaina ¡Qué cosa más curiosa!

No hubiera visto pasar por delante de su rostro la suela de la bota de aquel Guardia Civil cuando huía del cine Gurea. Había ido a escuchar un concierto del grupo Errobi. Se sentó tranquilamente en la tercera o cuarta fila. Los cantantes estaban aun al otro lado del telón. Andaban afinando la guitarra y la voz.

De repente apareció la Guardia Civil armada de botes de humo y pelotas de goma, gritando: ‘desalojen la sala’. Casi todos los espectadores salieron corriendo y en la entrada estaba uno dando una patada a todo el que salía. La patada que era para él se quedó corta, y el pateador al fallar perdió el equilibrio. Se libró de la patada de milagro. Al día siguiente vio por la prensa el estado lamentable en que quedó el cine. La mayoría de los asientos tenían quemaduras de los botes de humo.

No habría estado en la concentración en el Portalón aquella noche. Había una concentración política y en medio estaba el alguacil Jose Manuel Arriola, de Deba. A causa de una herida de guerra arrastraba un pie al andar.

Por ello le pusieron como mote ‘Dongi’.  Para imitar el sonido del paso irregular, esto es, en él el ‘tap, tap’ se convertía en ‘Don, Gi’ según el que le puso el sobrenombre(1). Era bertsolari y sabia muy poco castellano. Aquella noche dirigiendo el tráfico entre los concentrados lo que dijo en castellano era digno de haber sido apuntado. Por desgracia, por no hacerlo, quedo olvidado para siempre. Utilizaba palabras muy formales, lejos del hablar de la calle, lo que daba un sentido muy extraño a sus frases.

Dicen que Stendhal leía partes del Código Civil antes de escribir, nuestro Jose Manuel parecía haber aprendido el poco castellano que sabia leyendo el Boletín Oficial del Estado. De repente por la parte izquierda un jeep con la bocina a tope se fue contra la gente, y otro hizo lo mismo por la parte derecha. Algunos escaparon hacia arriba por la calle del medio, y los otros hacia abajo por la calle Maala.

Él no fue precisamente de los últimos en huir, así y todo, cuando comenzó a correr ya no había ni el menor rastro de Jose Manuel Arriola. En el pueblo se decía que había un teniente nuevo en el cuartel y que andaba haciendo méritos. Pero si aquel día le hubieran golpeado las dos rocas en la cabeza… 

No habría pasado lo siguiente. Estaba en el bar ‘La Cepa’ de Ferrerias con sus amigos Iñaki Berecibar (‘Bere txiki’) e Iñaki Garitano. En la taberna estaban solo ellos y dos personas más. Al salir del bar oyeron que una de esas personas le decía a la otra: ‘En el mundo ‘muitos porcus`’ pero ‘os bascos todos’’. Sin poderse contener se volvió y le dijo: ‘Lo que quieras, pero de ninguna de las maneras somos tontos’.

Y salieron del bar. Los otros dos venían detrás de ellos. ‘Esperar, esperar’ decía el insultador. Cada una de esas dos personas rondaban los cuarenta años y los otros tres apenas tenían dieciocho años. Él les dijo a los amigos: ‘Nos meteremos en el bar Biona’. Llegaron hasta la barra y la pareja se metió en el bar tras ellos. El ofensor le tocó en el hombro diciendo: ‘¿Qué decías?’

Él alzando la voz de modo que todo el bar pudiera escucharlo le dijo:’ ¿Pero tú no decías que todos los vascos somos unos cerdos?’. No se sabe cómo, quizás saltando la barra, en un segundo estaba a su lado Antxon Mendizabal. Otro que estaba sirviendo en la barra también salió. Otro cliente se puso también al lado. Entre los tres tenían rodeado al insultador.

Su amigo le dijo al ofensor:’ Tienes que reconocer que te has pasado un poco’. Al final quería pagarles la ronda. A la semana siguiente Iñaki Garitano vio al denostador con un ojo morado. Al parecer había encontrado con quien compartir su enfado. 

No habría visto lo que vio en la plaza del pueblo. En las fiestas de San Juan tenía cerca frente a él al joven Iñaki Perurena con su padre como ayudante levantando piedras. Envuelto en piel parecía un antiguo soldado. Imponía bastante el verlo tan de cerca. Allí estaba empezando su fructífera vida deportiva el gran Iñaki Perurena.   

No habría visto otro día en la misma plaza a Francisco Letamendia, ‘Ortzi’. Allí delante estaba con su barba negra dando explicaciones a la gente. Para alguien que tenía interiorizado el espíritu del mayo del 68 y que tuvo el suficiente tesón para leerse los tres tomos de ‘el Capital’ le parecía estar aquella noche ante el mismo Karl Marx joven.

Era la época del referéndum sobre la Constitución y explicaba por qué había que oponerse. Decía que el Ejercito era el último garante de esa Constitución. Y eso no parecía tener mucho sentido. Su argumento era el siguiente: ¿cómo podía ser garante de la democracia un ejército que había mantenido a Franco en el poder? Pero si aquel día le hubieran golpeado las dos rocas en la cabeza… 

No habría andado por las calles de Bilbao aquel día de huelga general. Iban con él otros dos estudiantes, uno de Arechavaleta y otro de Zarimutz. Los tres iban por la calle. Sin saber cómo, se metieron en los bajos de la Iglesia de los franciscanos de Irala. El suelo era de madera y había allí asientos sueltos. Cogieron tres sillas y se sentaron. 

Estaban en medio de una asamblea. El tema del día era como organizar los piquetes para cerrar los comercios que estuvieran abiertos. De repente dando un grito con un salto entró un policía nacional con su casco y escudo. ‘Ahhhh!’ Las estampidas eran para él hasta entonces solo cosa de caballos y bisontes en las películas.

Pero lo que allí ocurrió era algo muy similar. Al mismo tiempo todos los presentes dieron un salto contra el suelo de madera. ‘¡Blam!’  Un ruido realmente ensordecedor. Como locos, a toda velocidad, en un sprint, subieron algunos escaleras arriba y allí ante una puerta se detuvieron conteniendo la respiración. Pero al poco rato se escuchó una voz ruda fuera diciendo:’ ¡derriben la puerta!’ Y se oyó un tremendo golpe contra la puerta. ’Blum!’

Otra carrera loca hacia abajo. Asombrados vieron que ya no quedaba nadie en la entrada principal, que todo el conflicto en ella había acabado. Salieron por ella a la calle. Luego escucharon que la Policía Armada había venido del cuartel de Logroño.

No habría tampoco escuchado la voz de Felipe en la Facultad de Económicas de Sarriko. Eran los tiempos de la transición y se le dio cierta ventaja al Partido Socialista. Había más manga ancha para permitir sus mítines.

Allí fue él solo y se tuvo que quedar en la sala de entrada ya que la Facultad estaba a rebosar. Donde diariamente había poca gente no cabía ese día ni un alfiler. ‘Bueno. No necesito ver a Felipe González, con escucharle bastará!’-pensó. Frente a Felipe había un grupo gritando:’ ¡Felipe oportunista, social-imperialista!’ Repetían la consigna una y otra vez.

De ahí a poco se oyó la voz de Felipe González diciendo: ‘Es incomprensible que unos que luchan contra la dictadura’. Y eso fue todo lo que dijo, ya que los de en frente comenzaron a cantar el ‘Eusko Gudariak’. A su lado paso una persona del servicio de orden no sabiendo qué hacer. Al final, todo quedó en eso.

Aquel día iba con el grupo de Boy Scouts monte arriba, en las faldas del Udalaitz. El gran Jazintxo Bergara, jefe del grupo, señaló hacia un lugar. Allí en la lejanía se veía una liebre saltando entre la yerba. Delante de ellos, muy cerca, iban dos montañeros.

El día era claro y la ascensión penosa y la subida era cada vez más empinada. Entraron en una zona donde la pendiente se volvía escabrosa. Allí un mar de grandes piedras sueltas recordaba el antiguo glaciar que había sido. Súbitamente se dio cuenta que algo venia sobre él, y movió el cuerpo automáticamente a un lado. A pocos centímetros de su cabeza había pasado un gran trozo de roca suelta.

Miró hacia arriba y dio un grito a los dos montañeros que iban adelante. Así y todo, un segundo trozo roca le volvió a pasar al lado de su cabeza. Para entonces ya tenía puesta toda su atención y esquivó este segundo gran trozo con más facilidad. Los dos montañeros de adelante para evitar volver a hacer caer un tercer trozo de roca tomaron otra ruta. Pero entonces se dio cuenta de que por poco no había perdido la vida.

Aquel día podía haber acabado su papel de testigo. No habría visto los sucesos que presenció. Habría sido borrado de la lista de testigos de su tiempo. Un simple golpe de una gran piedra había estado a punto de cortar el hilo de su vida. Aunque en aquel momento no había sido totalmente consciente de ello.

Luego, el día que paseaba por el parque de Monterron las ideas daban vueltas una y otra vez en su cabeza. Un accidente puede borrar algunas vidas, pero ese accidente inventado por el ser humano, la guerra, convierte el número de muertos en una hecatombe. Los cadáveres se apilan por doquier.

Súbitamente hizo la luz en su mente una idea sobre la guerra. No había nunca entendido porque separamos de los efectos de la guerra a los adultos de los niños. Dicho de un modo crudo, mientras decimos ‘pobres niños’, se castiga sin piedad a los adultos. Entonces encontró la respuesta a esto.

No solo la vida, sino algo más se les roba a los niños. Se les niega la posibilidad de dar testimonio. Cuando comienzan el proceso de vivir y ver, antes de que tengan la posibilidad de transmitir a otros lo vivido se les mata.’ ¡Todos los cabrones que comienzan las guerras, gentes sin moral ni virtud, sean atormentados durante la noche por los recuerdos perdidos para siempre de los niños matados en las guerras!’-dijo enfadado para sí. Al salir del parque un pensamiento más positivo le calmó de alguna manera:’ menos mal que los recuerdos son cómo las moscas, matas una y otras mil vienen al entierro’

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Gracias a mi prima, Marga Zubia Lezeta, por darme el nombre de Antxon Mendizabal ’Tonino’.

Me crucé dos o tres veces con Antxon, pero nunca supe de su trabajo teórico ni de que fuera profesor de la UPV. Por desgracia, sabemos más de algunos que viven muy lejos, que de los que viven cerca.

Gracias a mi hermano Javier, por contarme en su momento lo ocurrido a Jose Ramon Landa y por recordarme ahora su nombre.

(1)  La explicación sobre el nombre Dongi me la dio Juan José Garmendia Zubia. Me dijo también que se lo puso mi tío Bixentiko Uribe-echebarria. Pero teniendo en cuenta que 'Don' y 'Gi' se alejan demasiado del sonido 'tap', el origen de ese nombre podría ser  perfectamente 'Dongixoi' (ese malvado(Donge)en euskara), como dice José Mari Vélez de Mendizábal. Una vez conocido ese mote, todos los niños bromistas del pueblo podrían haber arrastrado los pies según repetían el mote.

3 iruzkin:

  1. Juan Fernandez-Nespral:
    Me parece que haces algo muy valioso impidiendo que se pierdan estas historias. A lo mejor tendría que dedicarme yo a eso en Gijón. Lo malo es que ya somos la generación que está en primera fila.

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  2. Marga Garcia Enguix:
    Las anecdotas estan bien,pero el relato queda deslavazado ,falta un poco mas de conexion interna del relato, saber quien esta narrando, la epoca , ya que con tantos saltos te pierdes un poco y vas perdiendo el hilo.Es como para quienes ya conoceis de qué y de quienes se habla.Para otras gentes, cuesta un poco seguirlo

    ErantzunEzabatu
    Erantzunak
    1. La transición, es un momento de la historia de este país que se pretende no ocurrió , por lo que seguirla con facilidad no es posible. Los hechos de la Universidad Laboral de Eibar son de 1972-1973, los de Mondragón y Bilbao de 1975,1976. El referéndum sobre la Constitución, el periodo convulso previo a las primeras elecciones democráticas , es una época que se vivió con carreras frenéticas y ‘tiros al aire’ y la revista ‘Hermano Lobo’. Aun hoy los que lo vivimos , deberíamos traerlo a la memoria antes de que quede olvidado. Ese ejercicio es el que he intentado hacer sólo expresando los hechos. Ese engarzar solo hechos puede dar la impresión de deslavazado, pero la realidad nuda es siempre mas fuerte que cualquier ficción, y hay que ponerla en valor. La democracia es siempre una conquista. Aun hoy miramos con ojos perplejos como Trump y sus secuaces intentan destruir la democracia mas grande del planeta.

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