La mañana en que sus recuerdos casi se
interrumpieron para siempre
‘No está bien mirar atrás. Pero eso nos muestra a la vez por
donde andamos y donde nos situamos’-se dijo para sí. Tenía claro que para
cualquiera la totalidad de la figura que representa qué somos, se nos aparece a
través de solo algunos puntos, algunos momentos.
En la vida en algunos momentos es totalmente necesario el
mirar atrás para ver de alguna forma qué somos. ‘La vida es a veces como una penosa
ascensión y en esos lugares donde se hace dura la ascensión no se puede evitar
el volver la vista atrás para ver cuánto hemos arriesgado en ella y ver dónde nos
hemos apoyado para ascender, antes de que esos puntos de sujeción queden fuera
del campo de visión.
En un ejercicio similar, los sucesos significativos vividos
debemos repasarlos en el recuerdo, antes de que se oculten en el inconsciente’-
tales ideas discurrían en su cabeza mientras paseaba por el parque de
Monterron. En esa situación con un sentimiento agridulce se sentía de alguna
manera como una marioneta.
Sentía que su cuerpo era movido por hilos como en el espectáculo
de ‘Colorín y sus muñecos’ que se daba en todas las fiestas de San Juan. Se sentía
como una marioneta movida por la historia. Pero si
aquel día le hubieran golpeado las dos rocas en la cabeza…
No habría visto lo que le ocurrió a Casitas, el madrileño,
en la Universidad Laboral de Éibar. Cada semana había que cambiar las sábanas. Luego,
a la noche, allí estaban las nuevas para hacer la cama.
Aquel mediodía Casitas no tenía nada mejor que hacer y decidió
adelantar el trabajo. Subió las escaleras e hizo la cama. Allí estaba luego a
la noche rascándose la cabeza. ¿Qué demonios? ¡La cama estaba sin hacer! Por
otro lado, el alumno del piso de abajo también se rascaba la cabeza. ¡Qué alegría!
¡Tenía hecha la cama!
¿Cómo era posible? El edificio de los dormitorios constaba
de tres pisos que eran idénticos. Nuestro Casitas en lugar de subir al tercer
piso, donde estaba su cama, se quedó en el segundo e hizo sin querer la cama de
otro alumno. En vano quiso adelantar el trabajo
Tampoco habría visto lo que hizo Martínez Climent en la
Universidad Laboral de Éibar. En clase de gimnasia se subió a la cama elástica
con las botas de calle y a cada salto que daba los que le rodeaban decían: ‘cua,
cua’. Por ello acabo con el mote de ‘el pato’ de ahí en adelante.
Nacido en Lugar Nuevo de San Jerónimo, su tercer o cuarto
apellido era realmente curioso: Gregori. Algunos quedaron un día para
levantarse a las 5 de la mañana para estudiar para un examen. Entonces no
estaba bien visto el estudiar todos los días. Como dijo alguno: ‘Si estudias
muchas horas ahora, ¿cuántas horas tendría que tener el día para aprobar en la Universidad?’
Un consejo muy conveniente para todos para acallar la conciencia. Martínez
Climent fue de uno en uno de los que querían levantarse, golpeándoles suavemente
con la mano. A decir verdad, tenía un aspecto un tanto extraño, como de un
robot.
Luego a la hora del desayuno vino allí gritando: ‘Pero, ¿cómo,
cómo no me habéis despertado para estudiar? -decía. Todos totalmente asombrados
le contestaron: ’Pero si tú has sido el
que nos has levantado a todos’. Luego confeso él: ‘Si digo la verdad, un día me
acosté con el pijama y al día siguiente me levanté vestido con la ropa de calle’.
Ni habría escuchado qué severo era el padre de los Urdangarin,
los de Mondragón, con sus hijos. La educación de una chica y dos chicos no sería
tarea fácil.
Tenía un taller en los alrededores del puente de Kondekua. Así
y todo, algunos métodos pueden ser extremos. Cuando el hijo mayor sacaba un suspenso,
el padre le hacía ir en moto hasta Kanpanzar para que allí el dueño del hostal
le firmase un papel que le entregaba.
De allí a unos años ya no era posible tal firma, pues al
dueño del hostal, Iñaki Etxabe, le mataron una noche maldita. Fueron tres los
asesinos, que aún siguen sin castigo ni identidad. Su única culpa fue la de
tener dos hermanos refugiados en Francia. Llenaron el hostal con su sangre sin
ninguna compasión.
Todo el pueblo de Mondragón iba tras el féretro por la
calle de Maala en aquella noche oscura de plomo. Solo se oía los pasos de una
masa oscura informe de gente. Una procesión llena de desesperación. Rostros sombríos
y afligidos. Pero si aquel día le hubieran golpeado las dos rocas en la cabeza…
No habría sido testigo de cómo el poder se utiliza de
forma injusta con cualquier excusa. Jose Ramon Landa, para los amigos
‘Txintxeto’, estaba feliz aquel día. Para entrar en las Cooperativas solo le faltaba
la última prueba, el análisis médico.
Allí estaba en el Centro Asistencial de Mondragón con los demás
preguntándose para sí qué ropa tendría que quitarse para el análisis. De
repente apareció ante él el jefe de Personal de las Cooperativas, I.A.Z., y le
dijo: ‘vete a casa, tu no haces los análisis’. Allí se fue cabizbajo, tratando
de asimilar lo que le había sucedido.
Al Ayuntamiento, sin embargo, no le importó que Jose Ramon
Landa fuera miembro del Movimiento Comunista de Euskadi. Su vida laboral la pasó
siendo alguacil de Mondragón. I.A.Z. tranquilo y sin remordimientos iría en
bicicleta el día siguiente al cine Gurea. En el trabajo posiblemente hablaría más
que de temas de personal sobre qué película traería al cine Gurea para
proyectarla, pero bajo un herrumbroso lema de ‘vade retro comunistas’ se sentiría
tranquilo.
Jose Ramon Landa estudió una temporada en la Universidad de
Lovaina, donde había mucha gente de izquierdas. De este modo el pueblo de Mondragón
tuvo por primera vez y posiblemente ultima un policía municipal que estudio en
la Universidad de Lovaina ¡Qué cosa más curiosa!
No hubiera visto pasar por delante de su rostro la suela de
la bota de aquel Guardia Civil cuando huía del cine Gurea. Había ido a escuchar
un concierto del grupo Errobi. Se sentó tranquilamente en la tercera o cuarta
fila. Los cantantes estaban aun al otro lado del telón. Andaban afinando la
guitarra y la voz.
De repente apareció la Guardia Civil armada de botes de
humo y pelotas de goma, gritando: ‘desalojen la sala’. Casi todos los
espectadores salieron corriendo y en la entrada estaba uno dando una patada a
todo el que salía. La patada que era para él se quedó corta, y el pateador al
fallar perdió el equilibrio. Se libró de la patada de milagro. Al día siguiente
vio por la prensa el estado lamentable en que quedó el cine. La mayoría de los
asientos tenían quemaduras de los botes de humo.
No habría estado en la concentración en el Portalón
aquella noche. Había una concentración política y en medio estaba el alguacil
Jose Manuel Arriola, de Deba. A causa de una herida de guerra arrastraba un pie
al andar.
Por ello le pusieron como mote ‘Dongi’. Para imitar el sonido del paso irregular,
esto es, en él el ‘tap, tap’ se convertía en ‘Don, Gi’ según el que le puso el
sobrenombre(1). Era bertsolari y sabia muy poco castellano. Aquella noche dirigiendo
el tráfico entre los concentrados lo que dijo en castellano era digno de haber
sido apuntado. Por desgracia, por no hacerlo, quedo olvidado para siempre. Utilizaba
palabras muy formales, lejos del hablar de la calle, lo que daba un sentido muy
extraño a sus frases.
Dicen que Stendhal leía partes del Código Civil antes de
escribir, nuestro Jose Manuel parecía haber aprendido el poco castellano que
sabia leyendo el Boletín Oficial del Estado. De repente por la parte izquierda
un jeep con la bocina a tope se fue contra la gente, y otro hizo lo mismo por
la parte derecha. Algunos escaparon hacia arriba por la calle del medio, y los
otros hacia abajo por la calle Maala.
Él no fue precisamente de los últimos en huir, así y todo, cuando
comenzó a correr ya no había ni el menor rastro de Jose Manuel Arriola. En el
pueblo se decía que había un teniente nuevo en el cuartel y que andaba haciendo
méritos. Pero si aquel día le hubieran golpeado las dos rocas en la
cabeza…
No habría pasado lo siguiente. Estaba en el bar ‘La Cepa’
de Ferrerias con sus amigos Iñaki Berecibar (‘Bere txiki’) e Iñaki Garitano. En
la taberna estaban solo ellos y dos personas más. Al salir del bar oyeron que
una de esas personas le decía a la otra: ‘En el mundo ‘muitos porcus`’ pero ‘os
bascos todos’’. Sin poderse contener se volvió y le dijo: ‘Lo que quieras, pero
de ninguna de las maneras somos tontos’.
Y salieron del bar. Los otros dos venían detrás de ellos. ‘Esperar,
esperar’ decía el insultador. Cada una de esas dos personas rondaban los
cuarenta años y los otros tres apenas tenían dieciocho años. Él les dijo a los
amigos: ‘Nos meteremos en el bar Biona’. Llegaron hasta la barra y la pareja se
metió en el bar tras ellos. El ofensor le tocó en el hombro diciendo: ‘¿Qué
decías?’
Él alzando la voz de modo que todo el bar pudiera
escucharlo le dijo:’ ¿Pero tú no decías que todos los vascos somos unos cerdos?’.
No se sabe cómo, quizás saltando la barra, en un segundo estaba a su lado Antxon
Mendizabal. Otro que estaba sirviendo en la barra también salió. Otro cliente
se puso también al lado. Entre los tres tenían rodeado al insultador.
Su amigo le dijo al ofensor:’ Tienes que reconocer que te
has pasado un poco’. Al final quería pagarles la ronda. A la semana siguiente
Iñaki Garitano vio al denostador con un ojo morado. Al parecer había encontrado
con quien compartir su enfado.
No habría visto lo que vio en la plaza del pueblo. En las
fiestas de San Juan tenía cerca frente a él al joven Iñaki Perurena con su
padre como ayudante levantando piedras. Envuelto en piel parecía un antiguo
soldado. Imponía bastante el verlo tan de cerca. Allí estaba empezando su
fructífera vida deportiva el gran Iñaki Perurena.
No habría visto otro día en la misma plaza a Francisco
Letamendia, ‘Ortzi’. Allí delante estaba con su barba negra dando explicaciones
a la gente. Para alguien que tenía interiorizado el espíritu del mayo del 68 y
que tuvo el suficiente tesón para leerse los tres tomos de ‘el Capital’ le
parecía estar aquella noche ante el mismo Karl Marx joven.
Era la época del referéndum sobre la Constitución y explicaba
por qué había que oponerse. Decía que el Ejercito era el último garante de esa Constitución.
Y eso no parecía tener mucho sentido. Su argumento era el siguiente: ¿cómo
podía ser garante de la democracia un ejército que había mantenido a Franco en
el poder? Pero si aquel día le hubieran golpeado las dos rocas en la
cabeza…
No habría andado por las calles de Bilbao aquel día de
huelga general. Iban con él otros dos estudiantes, uno de Arechavaleta y otro
de Zarimutz. Los tres iban por la calle. Sin saber cómo, se metieron en los
bajos de la Iglesia de los franciscanos de Irala. El suelo era de madera y
había allí asientos sueltos. Cogieron tres sillas y se sentaron.
Estaban en medio de una asamblea. El tema del día era como
organizar los piquetes para cerrar los comercios que estuvieran abiertos. De
repente dando un grito con un salto entró un policía nacional con su casco y
escudo. ‘Ahhhh!’ Las estampidas eran para él hasta entonces solo cosa de
caballos y bisontes en las películas.
Pero lo que allí ocurrió era algo muy similar. Al mismo
tiempo todos los presentes dieron un salto contra el suelo de madera. ‘¡Blam!’ Un ruido realmente ensordecedor. Como locos, a
toda velocidad, en un sprint, subieron algunos escaleras arriba y allí ante una
puerta se detuvieron conteniendo la respiración. Pero al poco rato se escuchó
una voz ruda fuera diciendo:’ ¡derriben la puerta!’ Y se oyó un tremendo golpe
contra la puerta. ’Blum!’
Otra carrera loca hacia abajo. Asombrados vieron que ya no
quedaba nadie en la entrada principal, que todo el conflicto en ella había
acabado. Salieron por ella a la calle. Luego escucharon que la Policía Armada
había venido del cuartel de Logroño.
No habría tampoco escuchado la voz de Felipe en la Facultad
de Económicas de Sarriko. Eran los tiempos de la transición y se le dio cierta
ventaja al Partido Socialista. Había más manga ancha para permitir sus mítines.
Allí fue él solo y se tuvo que quedar en la sala de entrada
ya que la Facultad estaba a rebosar. Donde diariamente había poca gente no
cabía ese día ni un alfiler. ‘Bueno. No necesito ver a Felipe González, con
escucharle bastará!’-pensó. Frente a Felipe había un grupo gritando:’ ¡Felipe
oportunista, social-imperialista!’ Repetían la consigna una y otra vez.
De ahí a poco se oyó la voz de Felipe González diciendo:
‘Es incomprensible que unos que luchan contra la dictadura’. Y eso fue todo lo
que dijo, ya que los de en frente comenzaron a cantar el ‘Eusko Gudariak’. A su
lado paso una persona del servicio de orden no sabiendo qué hacer. Al final,
todo quedó en eso.
Aquel día iba con el grupo de Boy Scouts monte arriba, en
las faldas del Udalaitz. El gran Jazintxo Bergara, jefe del grupo, señaló hacia
un lugar. Allí en la lejanía se veía una liebre saltando entre la yerba.
Delante de ellos, muy cerca, iban dos montañeros.
El día era claro y la ascensión penosa y la subida era cada
vez más empinada. Entraron en una zona donde la pendiente se volvía escabrosa.
Allí un mar de grandes piedras sueltas recordaba el antiguo glaciar que había
sido. Súbitamente se dio cuenta que algo venia sobre él, y movió el cuerpo
automáticamente a un lado. A pocos centímetros de su cabeza había pasado un
gran trozo de roca suelta.
Miró hacia arriba y dio un grito a los dos montañeros que
iban adelante. Así y todo, un segundo trozo roca le volvió a pasar al lado de
su cabeza. Para entonces ya tenía puesta toda su atención y esquivó este
segundo gran trozo con más facilidad. Los dos
montañeros de adelante para evitar volver a hacer caer un tercer trozo de roca
tomaron otra ruta. Pero entonces se dio cuenta de que por poco no había
perdido la vida.
Aquel día podía haber acabado su papel de testigo. No habría
visto los sucesos que presenció. Habría sido borrado de la lista de testigos de
su tiempo. Un simple golpe de una gran piedra había estado a punto de cortar el
hilo de su vida. Aunque en aquel momento no había sido totalmente consciente de
ello.
Luego, el día que paseaba por el parque de Monterron las
ideas daban vueltas una y otra vez en su cabeza. Un accidente puede borrar
algunas vidas, pero ese accidente inventado por el ser humano, la guerra,
convierte el número de muertos en una hecatombe. Los cadáveres se apilan por
doquier.
Súbitamente hizo la luz en su mente una idea sobre la
guerra. No había nunca entendido porque separamos de los efectos de la guerra a
los adultos de los niños. Dicho de un modo crudo, mientras decimos ‘pobres
niños’, se castiga sin piedad a los adultos. Entonces encontró la respuesta a
esto.
No solo la vida, sino algo más se les roba a los niños. Se
les niega la posibilidad de dar testimonio. Cuando comienzan el proceso de
vivir y ver, antes de que tengan la posibilidad de transmitir a otros lo vivido
se les mata.’ ¡Todos los cabrones que comienzan las guerras, gentes sin moral
ni virtud, sean atormentados durante la noche por los recuerdos perdidos para
siempre de los niños matados en las guerras!’-dijo enfadado para sí. Al salir
del parque un pensamiento más positivo le calmó de alguna manera:’ menos mal
que los recuerdos son cómo las moscas, matas una y otras mil vienen al entierro’
+++
Gracias a mi prima, Marga Zubia Lezeta, por darme el nombre
de Antxon Mendizabal ’Tonino’.
Me crucé dos o tres veces con Antxon, pero nunca supe de su
trabajo teórico ni de que fuera profesor de la UPV. Por desgracia, sabemos más
de algunos que viven muy lejos, que de los que viven cerca.
Gracias a mi hermano Javier, por contarme en su momento lo ocurrido
a Jose Ramon Landa y por recordarme ahora su nombre.
(1) La explicación sobre el nombre Dongi me la dio Juan José Garmendia Zubia. Me dijo también que se lo puso mi tío Bixentiko Uribe-echebarria. Pero teniendo en cuenta que 'Don' y 'Gi' se alejan demasiado del sonido 'tap', el origen de ese nombre podría ser perfectamente 'Dongixoi' (ese malvado(Donge)en euskara), como dice José Mari Vélez de Mendizábal. Una vez conocido ese mote, todos los niños bromistas del pueblo podrían haber arrastrado los pies según repetían el mote.
Juan Fernandez-Nespral:
ErantzunEzabatuMe parece que haces algo muy valioso impidiendo que se pierdan estas historias. A lo mejor tendría que dedicarme yo a eso en Gijón. Lo malo es que ya somos la generación que está en primera fila.
Marga Garcia Enguix:
ErantzunEzabatuLas anecdotas estan bien,pero el relato queda deslavazado ,falta un poco mas de conexion interna del relato, saber quien esta narrando, la epoca , ya que con tantos saltos te pierdes un poco y vas perdiendo el hilo.Es como para quienes ya conoceis de qué y de quienes se habla.Para otras gentes, cuesta un poco seguirlo
La transición, es un momento de la historia de este país que se pretende no ocurrió , por lo que seguirla con facilidad no es posible. Los hechos de la Universidad Laboral de Eibar son de 1972-1973, los de Mondragón y Bilbao de 1975,1976. El referéndum sobre la Constitución, el periodo convulso previo a las primeras elecciones democráticas , es una época que se vivió con carreras frenéticas y ‘tiros al aire’ y la revista ‘Hermano Lobo’. Aun hoy los que lo vivimos , deberíamos traerlo a la memoria antes de que quede olvidado. Ese ejercicio es el que he intentado hacer sólo expresando los hechos. Ese engarzar solo hechos puede dar la impresión de deslavazado, pero la realidad nuda es siempre mas fuerte que cualquier ficción, y hay que ponerla en valor. La democracia es siempre una conquista. Aun hoy miramos con ojos perplejos como Trump y sus secuaces intentan destruir la democracia mas grande del planeta.
Ezabatu