Aquí y ahora…¡venga ya!
Acababa de leer en un libro la frase ‘hic et nunc’ y a consecuencia de ello sus pensamientos se desbocaron.’ ¿Aquí y ahora, hay una mentira mayor?’-pensó para sus adentros. Si en aquel momento diera un giro de 180 grados manteniéndose en el mismo sitio ese ‘aquí’ se convertiría en otra cosa. Cada uno tiene su propio‘ aquí. ¿Cuál es el auténtico?
‘¿Cuánto dura el
‘ahora’ antes de sumergirse en el pasado? ¿Un pestañeo? Tú, tonto, no adoptes
el papel de un falso filosofo. Porque Hegel y Agustín de Hipona ya escribieron
largo y tendido sobre eso. Tu solo tienes un modesto rosario de recuerdos en la
cabeza’- murmuro para sí algo enfadado.
En su cabeza llamaban a su puerta recuerdos de los EEUU de su niñez y adolescencia. Tenía seis años cuando fue en una excursión programada con los clérigos de San Viator a Zumaia en un autobús alquilado a ‘La Vergaresa’.
La bocina terriblemente
ruidosa y taladradora de un barco que entraba en el puerto y el largo rato de
espera obligada al lado de la estación de tren de Zumárraga eran sus recuerdos.
Al parecer el autobús sufrió una avería y hasta arreglarla hubo que esperar
allí largo tiempo. Pero lo llamativo era un tercer recuerdo de ese día. Al
pasar el autobús ante una taberna a medio camino vio una pizarra que habían
puesto fuera. Allí habían escrito lo siguiente: ‘Han asesinado a Kennedy’.
Un 20 de Julio iba hacia adelante por la calle Zarugalde. El sol del medio estío castigaba con fuerza. Estaba yendo hacia la casa de los Uribarren. Paso al lado de la taberna Muxibar y giro a la izquierda comenzando a subir la cuesta del camino de Udala.
Allí donde el camino tuerce a la derecha estaba la casa. En la planta baja había una sala donde estaba el televisor de toda la casa. Allí estaban todos los de la casa viendo la televisión. ‘Qué despacio se mueven’ se oyó desde fuera decir a Elías Uribarren. Aquel día daba sus primeros pasos en la luna Neil Armstrong. Pero para él solo fue el día en que sus amigos, Elías Uribarren y los demás, no quisieron jugar fuera. No jugarían a futbol ese día en el prado de Larragain.
Tampoco tendrían ocasión de huir del
casero dueño del prado cuando apareciera a mitad del partido gritando, como acostumbraba
a hacer. Volvió a casa triste por la mitad de la calle Zarugalde. Sentía a
consecuencia del calor la sangre bombeando en su cabeza. Pero sentía que le faltaba
algo…
Su tío Juan Bautista que vivía al lado recibía periódicamente la revista ‘Selecciones del Reader’s Digest’. Y muchos de ellas las pasaba a sus vecinos de al lado. Se reflejaba allí un mundo nuevo, el mundo de los EEUU. Resumen de libros y películas, chistes, recetas de cocina, consejos y anuncios aparecían en ellos.
En este momento ya sabía que estaba dirigido a la clase media burguesa de los EEUU, dicho de forma torpe y descriptiva, a la clase ‘Westinghouse’. Esa clase tenía así de qué hablar en el ‘party’, para que no se le tomara por un ignorante. Pero en aquel entonces un mundo nuevo se abría ante sus ojos, lleno de lujo y sabiduría.
Aunque esos resúmenes de libros y películas debieran
haberle mostrado que esa gente no dedicaba el tiempo a leer libros ni a ver películas.
Solo era una cultura superficial. Pero el encantamiento de entonces no dejaba
sitio a la crítica. Su capacidad de critica era todavía muy débil.
En su adolescencia empezó a leer el ‘Newsweek’ y el ’Time’. Ronald Reagan fue elegido presidente de los EEUU. Aunque en este momento sea considerado un héroe, entonces los norteamericanos no eran de la misma opinión. Era de conocimiento público el que llamo a los periodistas ‘hijos de puta’(‘son of a bitches’ ) creyendo erróneamente que su micrófono estaba ya cerrado.
Para mostrar su escasez de capacidades mentales un colaborador suyo contaba en ‘Newsweek’ una anécdota. ‘Señor Presidente, esta es la última arma secreta rusa que hemos descubierto. La A359’-le dijo el colaborador a Reagan. ‘Y esta parecida?’-le dijo Reagan al colaborador, señalando otra foto. ‘Esta es la A354, una versión de la A359 más adelantada y nueva que ella’- le respondió el colaborador.
’¡Ajá! Los
rusos nos engañan, poniéndoles los números mal a propósito’ -dijo Reagan, feliz
de poder aprovechar la ocasión para señalar la perversidad de los rusos. Y el
colaborador, manteniendo con dificultad la seriedad, le respondió:’ no, señor
Presidente, los números los ponemos nosotros según el orden en que los vamos
descubriendo’.
Como muestra de esa poca consideración, los israelís fueron
a visitar directamente al Secretario de Defensa en una visita a Washington,
pasando por encima de Reagan. Entonces ya tenían los israelís un argumento para
ellos incontestable: la frontera de EEUU estaba en Israel y por ello era tarea
de EEUU su defensa. Un argumento terrible que dura aún. Pero sentía que le
faltaba algo…
Paul Etcheverry era el profesor de inglés traído para ellos, en aquel curso de Comercio Exterior organizado por el Gobierno Vasco. Era un norteamericano de origen vasco. En ese viaje a América muchos apellidos se cambiaron. Entre ellos el suyo. Su apellido original era Etchebers(Etxebeste), pero de un modo u otro acabo siendo Etcheberry.
Él le contó un chiste norteamericano. ‘¿Qué es un tanque cuando se queda sin gasolina y se le estropea el cañón? Pues, una radio portátil de 70 toneladas’. También le conto una anécdota de Paul Laxalt. Paul Laxalt era un abogado, gran amigo de Reagan y su padre era un pastor vasco. Los abogados de EEUU, al menos hasta que aparecieron algunos abogados de Trump, solían ser gente seria y con facilidad de palabra.
Una vez hubo una cena de abogados famosos y allí estaba en medio Paul Laxalt dándoles explicaciones sobre de la vida del pastor vasco. Les explicaba como utilizaban silbidos diferentes para dar órdenes al perro, para que dirigiera el rebaño. Un buen montón de botellas de whisky después allí estaban los abogados sentados en el suelo sujetándose a la mesa con una mano y dando un concierto polifónico de silbidos para dar órdenes a su perro imaginario de forma que dirigiera el rebaño.
Paul Etcheverry tenía también su
corazoncito. Cuando empezaba a hablar de Kennedy alguna lagrima furtiva aparecía
en sus ojos, en aquel año 1984.
Pero a veces sitios tan dispares, el nuestro y el de los norteamericanos, pueden ser confundidos por algunos. Allí estaba él en la residencia universitaria Terradas de Bilbao echando un vistazo a los periódicos. No había gran cosa que ver, el ‘ABC’ y alguno de corte similar.
Al lado de la página del problema de ajedrez del ‘ABC’ había un titular que decía: ‘El problema de la obesidad en EEUU’. Y la foto del articulo era la siguiente. Dos hombres de estatura elevada y complexión fuerte al lado de un coche, probablemente un Citroën dos caballos, sostenían una pancarta totalmente extendida.
En esa pancarta se leía: ‘Orio y la Real a Montreal’. No anduvieron muy finos los del ‘ABC’. No se atrevería a decir que anduvieran más finos en otros artículos. Tomaron a dos de Orio por norteamericanos. La Olimpiadas de Montreal se habían celebrado el año anterior, en 1976.
Tampoco era el ver ‘Bonanza’ lo que echaba en falta. En una casa de la calle Ferrerías, en frente de su casa, un hombre solía estar en el balcón con una pierna al aire tratando de alguna manera curar al sol su psoriasis aguda. Solía estar en el balcón del primer piso y era el dueño de una tienda. Era socialista y había estado en la cárcel por temas políticos.
Es en la cárcel donde se agravo el mal de su pierna. En su tienda tipo bazar las niñas y niños compraban canicas para jugar, en aquel Mondragón lleno de boches. El dueño tenía el mote de ‘Txaparro’ y su tienda era conocida como la ‘tienda de Txaparro’. En aquel entonces las alcantarillas eran los enemigos principales, siempre dispuestas a tragarse las canicas.
Armados con un palo y un trozo de chicle masticado en su punta grupos de chicas y chicos pasaron gran parte de su tiempo maniobrando para sacar canicas de la alcantarilla. Hacia 1963 la tienda tenía una gran sala con un montón de sillas y un televisor en la parte delantera.
Allí
iban las niñas y niños del barrio a ver ‘Bonanza’. Seguramente sería la única televisión
del barrio. Cogió una silla y se sentó para ver el programa comenzar. Todo el
mapa de ‘La Ponderosa’ se quemaba comenzando desde el centro hasta extenderse a
los laterales. Pan, para pan, para pan, parapanpa!
Tenía que mirar más en su interior para descubrir lo que echaba en falta. Entonces se dio cuenta de cuantas veces había cabalgado mentalmente vestido de azul en algún Western. Estuvo año tras año en aquel cine de los clérigos de San Viator, donde la proximidad a la pantalla y el ruido ensordecedor se apoderaban de todo su interés, viendo una y otra vez la epopeya narrada por los Westerns. Indios y vaqueros, malos y buenos.
Caravanas de campesinos cargados de hijos temerosos de Dios, y del otro lado los adornados con plumas, indios, cortadores de cabelleras, siempre dispuestos a atacar a las caravanas y a emborracharse con el whisky. Y entre ambos los guardianes, los soldados de uniforme azul, el Séptimo de Caballería, azuzados por el sonido de su trompeta, para salvar en el último momento al mayor número posible de buenos. ¡Qué estruendo, producido por los pies de los espectadores, en apoyo a esa cabalgada angustiosa se escuchaba en el cine!
Otras veces, en un rincón escondido vivía una humilde familia trabajando la tierra. Y un día maldito un grupo de indios a caballo mataban a la mayoría de la familia y daban fuego a la casa con flechas en llamas. Y allí sentado en el cine sentía odio contra los indios y como si fuera parte de esa familia sentía una gran pena. Allí estaba él mentalmente vestido de azul cabalgando para acabar con todos los indios malos.
Luego sabría que era un proceso de arrebatarles las tierras ajenas sin pagar ningún precio. Los indios eran sus dueños legítimos y los del otro lado eran invasores. Y los fuertes que aparecían en las películas eran para garantizar ese proceso de expoliación, no para defensa de la cultura ni de la vida social. Aunque esa epopeya que hacía suya ocurría en un lugar lejano, en aquel momento se sentía totalmente inmerso en los EEUU.
Aun siendo extraño y lejano, lo sentía como si
ocurriera en su propio barrio en ese cerebro suyo moldeable como la cera, sin
las herramientas de la crítica aun formadas. Mientras comía chicle, regaliz y
caramelos, de modo dulce empezaba su proceso de alinearse al lado de los más
poderosos de la Civilización Occidental.
Un amigo de Tormantos le dijo:’ Mira, los romanos llegaron hasta Logroño’. Pero, ¿cómo decirle al amigo que el dominio del Imperio no se da de esa forma? No es que los habitantes de Roma fueran a vivir a Logroño a establecerse allí, sino que era un proceso donde la clase dominante de Logroño aceptaba y adoptaba la ley y modo de vida romanos.
En ese proceso debieron sentirse obligados a ello en un momento determinado, pero eso era otra cuestión. Se rascó la cabeza mientras pensaba: ’Los grandes productores de tabaco no subvencionaron la campaña de Reagan, y se dio como consecuencia la satanización en el Mundo Occidental del tabaco. Siguiendo ese razonamiento, ¿qué consecuencias tendría si les permiten a Trump y a los descerebrados de sus seguidores acabar con la democracia?’. Antes de salir a la calle le asalto un penúltimo pensamiento:’ Dentro de doscientos años los historiadores podrán decir que Mondragón estaba dentro del Imperio Norteamericano, peo que quede claro, ¡no somos norteamericanos!’
En la calle respiró profundamente y una
pequeña sonrisa se dibujó en su cara: ’Vete a saber que conclusiones podrían
sacar los antropólogos si dentro de cuatrocientos años encuentra algún resto de
los ‘Selecciones del Reader Digest’ de
mi tío’.
Pedro Moso:
ErantzunEzabatuYo también tenía un tío abuelo que recibía las Selecciones del Reader's Digest. Creo que leí muy pocos artículos, pero me encantaban las fotografías, las ilustraciones, los anuncios. Recuerdo una portada que me fascinó especialmente de unos jugadores de polo sobre sus caballos con sus finas patas vendadas. He consultado en el mágico Internet y allí aparece. Es una portada del año 58. En España estábamos a punto de entrar sin pestañear en ese mundo Westinghouse que mencionas, aunque la verdad es que todavía no se ven muchos jugadores de polo por mi pueblo
No me suena muy democrático descalificar a los seguidores de Trump llamándolos descerebrados. Quizá se les debería incapacitar para votar a causa de su descerebramiento y así los buenos ganarían seguro
Lo que más me gustaba de las películas del oeste era el principio porque siempre empezaban ganando los indios. Luego las tornas cambiaban radicalmente y la película perdía todo su interés.
Naturalmente el salvaje oeste de los westerns no existió nunca y los cowboys reales no se parecía a John Wayne ni a Henry Fonda. Muchas veces la imaginación se impone a la pura y desnuda realidad
Tengo que confesar que mis fuentes de información para saber de la actualidad política en USA son en Youtube principalmente el Meidas Touch y Brian Tyler Cohen. Pero creo que de alguien que apoya a un candidato a presidente que se enfrenta a 91 cargos graves es la forma más dulce de calificarlo. Lo más preocupante es que Trump sigue pidiendo la absoluta inmunidad para todo lo que hiciera como presidente, como si ser presidente le situara por encima de la ley. Todo su ideario parece resumirse en buscar una razón para escapar solo él de los cargos contra él, sin importarle que les ocurra a sus colaboradores y abogados. Trump me recuerda a Catilina y espero que los jueces tomen el papel de Cicerón y le pregunten: Quousque tandem abutere,Trump, patientia nostra? (¿Hasta cuando abusaras, Trump, de nuestra paciencia? )
EzabatuMarga Garcia Enguix:
ErantzunEzabatuTambién me acuerdo del Reader Digest, la hermana María Luisa nos leía artículos en clases de mecanografía.
Bonanza era un western y lo veíamos en casa los domingos a la hora de comer, la familia Cartwright, el padre viudo y los 3 hijos varones que vivían en la Ponderosa.
De Reagan y Trump prefiero ni hablar, la extrema derecha que tan negativamente influye en las políticas globales y para la que todo vale menos la ética.
Una cosa es cierta, el modelo americano lo hemos mamado en la TV, en el cine, en la prensa, y tengo que decir que los indios no eran los malos, los malos fueron los colonizadores europeos que les arrebataron sus tierras a golpe de sangre y fuego.
Julio Redondo:
ErantzunEzabatu¡Qué recuerdos! El Reader’s Digest de la época, siempre en casa. Para mí, Newsweek y Time eran nuevos... Aquel mal actor que llegó a presidente, algunos decían: Sí, ahora Jerry Lewis secretario de Estado... Por Deusto lo más Yankee era Red Ryder y Gene Autry, no aportaban en exceso... ¡Otro nivel! ¡¡Qué envidia!! Algo he leído de Paul Laxalt y las historias sobre el manejo de los perros con los silbidos... Otra historia que se oía, era: ¡mucho gordo en USA! Tiempos de Bonanza y la Ponderosa. Mi padre, medio cura primero en hablar en casa de los Clérigos de San Viator... Por otro lado, el séptimo de caballería, indios, vaqueros y aquel mundo usa que nos metían por tele. Ya te imagino por entonces, se forjaba el lector empedernido de hoy... En casa tardamos... hasta que aita compro la Uteha y más tarde nos ' hizo' del ‘Círculo de Lectores... Has podido rememorar y recomponer todas aquellas vivencias... Repito, ¡¡¡qué envidia!!!