INFORMACION SIN RAZON
Vio una esquela de una amiga de la infancia, Conchi, y eso despertó en su interior recuerdos de su infancia y de algunos sucesos sin explicación. Siguió adelante sumido en sus pensamientos. ’Para los físicos la información es materia. Pero, entonces, ¿qué serán mis recuerdos de la infancia? ¿De qué materia estarán compuestos? Quizás, impulsos eléctricos. Pero, ¿solo eso? ¡Si por lo menos lo supieran los neurólogos! - se decía para sí.
‘Al final, partícula u onda, solo soy un tonto que se mueve
a través de ese espacio dividido por los matemáticos en tres coordenadas
espaciales y una temporal, nada más’-añadió murmurando bastante enojado.
En su cerebro tomó cuerpo la calle Toribio Aguirre, como si fuera un pasillo alargado. Al comienzo Patxi el zapatero, donde se escuchaba el sonido del ‘pam,pam‘ de su martillo. Después la tienda de ultramarinos de Emili, a donde se acercaba su marido Jose Garmendia, de Zaldibia, tirando de una carretilla llena de panes y bollos que había cocido en el horno comunal.
A continuación, el bar Iskiña. Allí estaría Sodupe aburrido durante la mañana tranquila para luego estar lleno de gente y agobiado de trabajo por la tarde. Luego la ruidosa pescadería Txantxote, llena de griterío y chorros de agua. En frente las sombra de Arbolapeta, sitio de encuentro de la gente, sin gente a la mañana. Luego el estanco Juldain. Allí en su escaparate además de tabaco estaba las revistas de ‘Vidas Ejemplares’ de la editorial Novaro, ‘La Codorniz’ y ‘el Caso’. Algo más adelante la frutería de Petra ‘kolunas’ y la tienda de aparatos de cocina de Gomix, llena de aparatos en su espacio en forma de herradura.
A la derecha la peluquería de su primo Pedro Zubia ‘Perikin’, ¡cuanto socarrón entre sus clientes! Al otro lado de la calle estaba el bar ‘Caserío’. Y al final de la calle rodeado de muros la casa Montzon, con sus perales cargados de frutos.
Saliendo de la calle se encontraba la iglesia de San Francisco y su claustro(kalistros), al lado del mercado. A aquel mercado los fines de semana se le denominaba ‘Berduli dancing’, y se convertía en lugar de baile para los jóvenes. En ese claustro tenían las monjas Mercedarias un parvulario. Solía ir despacio, con la secreta esperanza de encontrar las puertas de la escuela cerradas. Algunas veces conseguía su propósito.
Una monja iba a jubilarse y le tocó a él en su primer año de parvulario leerle el discurso de homenaje. Otra monja le llevó a un aula de chicas para ensayar y dándole el texto del discurso le ordenó: ‘lee’. Luego comenzó a decirle: más alto’. Algo aburrida le cogió por la cintura le puso encima de un pupitre y le dijo: ‘Ahora sí, más alto. Sigue leyendo’. Todas las chicas del aula, tres años mayores que él, se partían de risa. Él ya no se acordaba de ninguna de las palabras del discurso, pero sí de la vergüenza que paso en ese ensayo.
Otro día se le sentó una monja al lado. Empezó a decirle que los malos iban al infierno y lo mal que lo pasaban allí. Pasó varios minutos describiendo ese panorama aterrador y el seguía sin entender a que se debía esa explicación espeluznante de la monja. Al final le quitó el sacapuntas y se fue. Le explico todo a su madre y a la tarde volvió con ella al parvulario para aclarar las cosas. Él había cambiado el sacapuntas por una caja de pinturas nueva con otro alumno. Los padres del otro alumno echaron en falta el sacapuntas, pero no percibieron que tuviera una caja de pinturas nueva.
La monja resulto ser un juez diligente enviando al infierno a un niño de cinco años, sin tener en cuenta todas las razones. ‘Si en el cielo hay una justicia tan escasa, mejor ir al infierno’- pensó para sí. Pero también tenía recuerdos bonitos. Un día, cuando se levantó de la mesa que estaba al lado de la puerta de salida para ir a casa, una monja le llamó a su mesa, mientras todos los demás se iban ya a sus casas.
Le dijo: ’si
sois tres amigos y tenéis siete manzanas, ¿cuántas os toca a cada uno?’ Él
le respondió: ‘dos’. ‘Y cuantas os sobran?’-le preguntó de nuevo. ‘Una’- le
respondió. Un par de preguntas más de ese tipo y le dijo al final: ’Hala, vete
a casa. Ya sabes dividir’. Había también monjas avanzadas y buenas personas en
ese parvulario donde entraban a paso marcial y en hilera mientras hacían el
gesto de cantar alguna canción marcial franquista. En el exterior de esa aula
había un pequeño huerto donde engordaban un orondo cerdo ¡Tenía un tamaño
formidable!
Así y todo, ¡qué no hubiera dado por conocer la razón de
algunas experiencias que había vivido…!
Para él, otro pasillo era el que atravesaba la calle Zarugalde. Desde casa se escuchaba el ruido del tráfico. Como los camiones, sobre todo, aceleraban al inicio de la calle, y según avanzaban se iba apagando el sonido hasta que pasaban por debajo del arco de la calle para tomar a la derecha en dirección a Kanpazar.
Por la noche bajo la débil luz en ese techo con algunos bultos y ligeramente desconchado de la cocina las formas de esos camiones y del arco tomaban vida, según escuchaba el sonido del tráfico de la calle. Las noches de verano, el ruido de las chicharras removía algo en su interior, como si le dijeran ’ven, ven’. A la tarde hacia las seis parecía notarse un cambio en el ambiente con el debilitamiento de la luz. Como si la velocidad a la que viviéramos fuera disminuyendo.
De un lado, los pájaros
trinando a la búsqueda de su árbol para pasar la noche. Del otro los coches que
venían del trabajo y paraban cerca de su casa. La puerta se abría con un ‘hasta
mañana’ y luego se cerraban con un ‘blam’. De nuevo se ponía el motor en
marcha.
Su tercer pasillo era el del montículo de San Cristóbal. A las doce del mediodía, a la hora del Ángelus, se oía desde su casa la esquila de su ermita. Desde lo alto de ese montículo se oía el estruendo del pueblo. Los motores de los coches, y los cláxones, los gritos de la gente, el ladrido de algunos perros, algunos silbidos, las campanas de la Parroquia dando las horas, todo ello mostraba que el pueblo era algo así como un ser vivo.
Cuando
estaba dentro de él no se daba cuenta de lo ruidoso que era su pueblo, pero
cuando se apartaba un poco de él, se convertía en una totalidad bulliciosa. Parecía
estar ante una torpe orquesta, donde cada uno afinaba su instrumento antes del
concierto, sin hacer caso de las notas que tocasen los demás.
Así y todo, ¡qué no hubiera dado por conocer la razón de
algunas experiencias que había vivido…!
Tenía claro que las circunstancias eran distintas cuando vivió esas experiencias. No existían los teléfonos móviles. Eso significaba que las únicas fuentes de información eran algunos periódicos y unas pocas cadenas de televisión. No existían las redes sociales. ‘No había como hoy en día en muchas casas mucho escritor silencioso tratando de convertir en verdad su opinión. Lo único que rompe ese silencio es la utilización de letras mayúsculas.
Los que no están en sus cabales no tienen otro recurso de expresar sus gritos u
ordenes que el de utilizar las letras mayúsculas ¡Hasta para eso hay que
utilizar un código!’- se dijo para sí bastante enfadado. ’Durante la segunda
guerra mundial si hubiera habido tanto emisor de radio los norteamericanos
todavía estarían en Islandia preguntando por la dirección para llegar a Normandía.
Mientras tanto en Francia los emisores de radio del entorno de Normandía
estarían discutiendo sobre qué efecto tendría en sus corazones ‘los largos
sollozos de los violines de otoño’ (1) o qué
instrumento sería más adecuado para expresar el otoño’-pensó con una sonrisa
involuntaria
Sabia que no se trataba de un ‘déjà vu’. Esos casos pueden ser causados por un impulso
eléctrico sobre un punto determinado del cerebro. Había leído que cuando una
persona recibe un impulso eléctrico en un punto determinado del lóbulo frontal
izquierdo, todo lo que tiene delante le parece gracioso, aunque fuera su propia
orden de encarcelamiento. Pero no, algo exterior entraba en juego aquí. Si
tuviera algo que ver con su vida, podría llegar a la idea de que había leído
algo borroso y fragmentario del libro de su futuro.
El primero le ocurrió estando de vacaciones. Aquel día cogió la bicicleta y desde Beasain fue hacia Ataun. Yendo por ese camino estrecho y lleno de curvas comenzó a fijarse en las matrículas de los coches. La primera era una serie corriente,1357, o algo similar. En otra los dos primeros números y los dos últimos eran los mismos, o en posición inversa. Ese tipo de matrículas comenzó a verlas de una forma más numerosa que la habitual.
No recordaba con exactitud como fue, pero tal situación le llevó a pensar que
algo que tenía que ver con él estaba sucediendo. Tuvo un pensamiento extraño en
su cabeza, que de alguna manera le llevó a pensar que ‘los cielos le estaban
diciendo algo’. Era algo totalmente irracional, pero se encontraba inmerso en
ese estado de ánimo. Acabadas las vacaciones volvió a Bilbao y allí se enteró
de que había sido ascendido en el trabajo.
Recordó como fue el segundo caso, aún más extraño que el
anterior. Una mañana iba a trabajar en Beasain. Era una mañana fría de
diciembre. No llevaba mucho tiempo trabajando por lo que iba a toda prisa. Al
lado de la acera había una pequeña furgoneta. La furgoneta tenía escrito en la
puerta con letras mayúsculas el siguiente nombre: XAKA ORDIZIA. En el mismo
momento en que lo vio un nombre le cruzó la mente: Sa Carneiro. De allí a pocos
metros entró al trabajo. Luego a la noche al volver a casa se enteró por la
televisión que Sa Carneiro había muerto en un accidente la noche anterior.
El tercer caso le resulto bastante asombroso. Estaba una vez hablando con su amigo Iñaki Berecibar ‘Txaparro’ sobre cuando había que utilizar la jota o la iota en euskera. El recordaba que una vez fue con su padre a Aramayona. Allí el cura al dar el sermón utilizaba un euskera plagado de iotas. Para él resultaba ser un mundo diferente. Además, el euskera de Mondragón era un euskera lleno de jotas. ‘Juau’,’ jitzuau’,’jat’,’jok’ y similares eran muy utilizados.
Sí, era una pronunciación un tanto áspera, pero era, así y todo, propia. Por eso no podía entender como su amigo Iñaki Berecibar le decía que había que decir su nombre Joseba utilizando la iota. Él era de siempre Joseba, pronunciado con la jota. Al final aburrido de su retórica y de sus explicaciones Iñaki Berecibar le dijo: ‘bueno, en adelante te llamaré ‘Josebapulos’. Unos once años después estaba él trabajando en Málaga. Su compañero de trabajo, Emilio Alba, le pidió que le tradujera al castellano unas instrucciones de uso de un Tarot que estaban en inglés. Dado que su compañera, Lola, estaba en ese mundo de lo esotérico.
Una vez hecha la traducción le llevó a su casa. Su
compañera era muy delgada, con un aspecto demasiado espiritual para su gusto.
Lola le comento que era de Burgos y de repente le dijo ’Josebapulos’. A pesar de
estar totalmente asombrado no hizo ningún gesto, como si no lo hubiera oído. No
volvió a ver a Lola.
El cuarto lo leyó en la prensa. Se acordó de una entrevista
que le hicieron a la ‘bruja de Ulia’ en el ‘País Semanal’. Maritxu Erlanz, Roncalesa,
recibió la visita del periodista y del fotógrafo. Al poco de comenzar la
entrevista le dijo al fotógrafo: ‘tienes un lunar en la espalda’. Y así era, a
pesar de tener la espalda cubierta, tenía en ella un lunar.
Ese viaje mental no resultó ser para él muy agradable. Así
y todo, tenía en mente un par de preguntas a la búsqueda de respuesta. ‘¿Por
qué he recordado hechos de mi parvulario? -se dijo a sí mismo. ‘Quizás, con ese
llevar mis recuerdos a una época anterior al conocer a Conchi, trataría de
borrar la idea de la muerte de mi mente’-se respondió a sí mismo.
‘¿Por qué han venido a mi mente sucesos que no tienen
una explicación racional? - murmuró desesperado. No se le ocurrió ninguna
explicación simple. ¿Quién era el para decir algo sobre la diferencia entre
totalidad y ciencia? Entonces recordó algo que había leído sobre el intelecto
humano: ‘que había sido elaborada por la naturaleza para la supervivencia, no
para penetrar en la naturaleza interna del cosmos’ (2).
‘Algunas cosas se pueden saber de forma desconocida, aunque
solo un tonto pueda pensar que ese tipo de conocimiento pueda ser organizado de
forma que se pueda utilizar. Estamos ante algo fragmentario, incompleto, que, así
y todo, podemos recibir por vías inusuales’- pensó finalmente.
(1) La BBC para alertar a la resistencia del desembarco de
Normandía emitió los siguientes versos de Verlaine: Los largos sollozos de los violines del otoño mecen mi
corazón con monótona languidez (Les sanglots longs des violons de
l'automne bercent mon cœur d'une langueur monotone)
(2) Holt, J. (2012). Why does the world exist? New
York/London: Liveright Publishing Corporation
Pedro Moso:
ErantzunEzabatuMe encanta cómo describes tu pueblo, con qué precisión y detalle. El mío también estaba lleno de tiendas, bares, quioscos, casas señoriales y no tan señoriales ,campas y hasta calles enteras que ya no existen pero yo tengo recuerdos más vagos e imprecisos.
En la barbería a la que yo iba además de Vidas Ejemplares también tenían Hazañas Bélicas. Yo era un ávido lector de las dos revistas así que ponía una vela a Dios y otra el diablo.
Hablando de Dios y del diablo yo también he conocido en mi infancia monjas crueles que humillaban a los niños y monjas avanzadas y buenas personas. Me gusta que también recuerdes a estas últimas. Toda la gente que trata con niños debería ser buena persona y educada
A pesar de desencantamiento del mundo del que habla Weber yo creo que muchas veces tenemos la sensación de que algo o alguien de un modo misterioso nos quiere decir algo
Julio Redondo:
ErantzunEzabatu¡Inevitable, recuerdos! Seriamente hasta una edad, rodeado en Deusto por tod@s... La Salle, sordomudos, salesianos, trinitaria (la madre trabajo para ellas). Cada vez que veo un babero lasaliano, me vienen a la memoria los mil motes puestos a los frailes, no hay espacio... Citaré morropocho que instruyó casi a tres generaciones. Tras leer Toribio Aguirre St, el zapatero Patxi, vericuetos de zonas donde hemos hecho historia, Mondragon, Beasain, Kanpazar, el bar Iskina y mil más... Me parece haberlos compartido YA en otra vida. Si quiero agriarme el dia, sólo recordar los momentos frente a todos Y obligado a declamar... Con diez cañones por banda... Algunas calles, verbenas pasadas, grandes momentos, casi todo desaparecido, el progreso, grandes superficies... Algún punto positivo tras haber ido cargado cual asno, aunque con "miedo" se " distraia" algunos céntimos de las diligencias domésticas... Total, para comprar un canutillo o echar un fútbolin. Me ha parecido, en tus líneas que un poco más que otras veces has abierto la tolva y nos has regalado momentos de tu vida con un despliegue me atrevería a llamarlo ' valiente facundia'. Me ha gustado! Me he sentido cercano.
Oscar Iruarrizaga:
ErantzunEzabatuKaixo Joseba. Me recuerdas mucho a Baroja con la descripción de los hechos inexplicables. Es una lectura fácil y entretenida.
Juan Fernandez-Nespral:
ErantzunEzabatuJosebapulos:
Tiene mucho trabajo tu recopilación de recuerdos. Sigo pensando que es un testimonio enriquecedor, que es la manera de evitar que se pierdan esas cosas. Quién sabe, tal vez me anime un día y recoja yo recuerdos del Gijón de entonces.