2024(e)ko ekainaren 12(a), asteazkena

 




De repente desapareció la nada

El libro que estaba leyendo tenía por hilo conductor una gran pregunta: ¿Por qué hay algo en lugar de nada? (1) Pregunta realmente profunda. No sabía que a través de esa pregunta se podiera analizar toda la filosofía. Al hilo de esa reflexión le vinieron a la mente algunos pensamientos. La vida puede ser entendida como una huida de la angustiosa nada, según algunos, Sartre y Heidegger entre ellos. 

La acción puede ser vista como esa huida, pero sin ir a esa totalidad, yendo a la cotidianeidad, le vino a la mente algunas anécdotas que ocurrieron en Mondragón, donde ese ‘algo’, contrario a la nada, se hizo presente.’ La afición de juventud de ir a los bares de algo tenía que servirte, no todo se lo debes a la madurez, tío’-se dijo a sí mismo. Al ser sucesos de tipo diferente, se podría hacer una especie de clasificación. 

Para comenzar la aparición de otros era suficiente para que ese ‘algo’ se hiciera presente. Aunque ese ‘algo’ fuera causa del deseo de huir de ello.

Estaba ante un palacio que tenía un escudo que rezaba así: ‘Pro nostri generis libertate combusta’ (quemado por la libertad de nuestra estirpe). Ecos del final de la Edad Media y de los comienzos del Renacimiento. Para no ser siervo del conde de Oñate, los Artazubiaga quemaron su casa en Bedoña y construyeron otra en la villa de Mondragón para ser libres. Ese palacio tenía a un lado un espacio arbolado. 

En el siglo XX en ese espacio umbroso se puso una barra y se abrió un bar, que a falta de nombre era conocido como ‘la Terraza’. Una familia numerosa regentaba esa taberna en aquel momento.

Un fin de semana al mediodía se agrupaban los primeros veinte clientes ante la barra. El hijo más joven salió para servirles. Allí empezaron los clientes a pedir: ’un vermut, un Rioja, un clarete, un chacolí’. Al principio miró a los clientes como las vacas al tren, pero luego comenzó a ponerse nervioso ante la diversidad de las peticiones. 

Y de repente se le iluminó la cara y la determinación. Cogió unos treinta vasos y una botella de vino blanco. Los puso sobre la barra y llenó los vasos hasta la mitad. Y dijo: ‘ya está, vino blanco para todos’. Todos los clientes a regañadientes bebieron el vino y de mala gana pagaron y se fueron. Algo penoso convirtió el tabernero en algo fácil, aunque sin hacer el menor caso a la petición de los clientes.

El dueño de esa taberna tenía un loro: Luixito. Alguien un día dejó la puerta de la jaula abierta y el loro se escapó. Allí anduvieron el tabernero y un hijo suyo detrás del loro, calle tras calle. Lo vieron por última vez en los cables eléctricos que atravesaban el Ferial. El loro les echó una última mirada y sin hacer caso a los gritos de ‘luixito, luixito’ y a los silbidos desapareció volando. Quizás se diría para sí: ‘mejor cien pájaros volando que uno en manos de otro’.

En el siguiente caso la mención de un nombre geográfico lejano subrayó ese algo. Normalmente utilizado para alabar ese algo.

Estábamos en la mencionada’ Terraza’. Estaba un grupo comiendo pinchos. Entre ellos uno muy feliz y a gusto degustando los pinchos. Era un concejal del PSOE del Ayuntamiento de Mondragón. De repente, lleno de felicidad, dijo: ‘Algo así no lo comerías ni, ni …-para rematar su frase, mostrando cuál era su ciudad preferida-ni en Londres’. 

No anduvo desacertado en la elección. A pesar de la mala fama de la cocina inglesa, los cocineros de todo el mundo han llenado de sobra ese vacío en Londres. 

Estaba un soleado día de verano en el barrio de Udala. En las faldas del Udalaitz un grupo de gente estaba comiendo al lado de un lavadero. En aquel prado cuesta abajo se hacía sentir el viento suave. Resultaba de gran ayuda para sofocar el calor. Entre aquel grupo destacaban dos mujeres.  Estaban tomando el sol y comiendo en traje de baño. 

Mientras se alzaba una racha de aire fresco le dijo feliz una a la otra: ‘¿dónde podríamos estar mejor que aquí?’ Y luego de un breve lapso de tiempo para pensar, añadió: ‘ni en Buenos Aires’. ¡Si esa mujer hubiera sabido que en su fundación Buenos Aires se llamó ‘Nuestra Señora del Buen Aire’!

En tercer lugar, era posible establecer otro tipo. La fuerza de la gravedad y la imposibilidad de dos cuerpos de ocupar el mismo espacio al mismo tiempo mostraban ese algo.

Un amigo nocturno que había estudiado con los frailes de Aránzazu le contó una anécdota que le había ocurrido. Era la hora de comer y le habían asignado el llevar los vasos a las mesas. Allí iba muy formal con una fila de diez vasos. Tenía la mano izquierda sujeta al tercer vaso de la parte superior y la mano derecha en el vaso de abajo. 

Escuchaba el ruido del comedor y no tenía toda la atención puesta en los vasos. Súbitamente, los dos vasos de arriba comenzaron a moverse, con un ’clic, clic’ sonoro. Con un movimiento reflejo nuestro amigo sujetó el vaso de arriba con su mano derecha, rápidamente, sin pensárselo dos veces ¡Se acabó! Los otros siete vasos se rompieron contra el suelo con un terrible crac. 

Todos en el comedor se le quedó mirando y nuestro amigo buscaba mentalmente un lugar donde esconderse. ¡Aun si hubiera sido la nada ese refugio, lo hubiera aceptado gustoso! 

Uno de Arechavaleta le contó lo siguiente otra noche. Después de una bonita ronda de bar en bar bebiendo vinos volvía a su casa. Le costaba mantener la línea recta, pero, así y todo, estaba muy contento. ¿Qué dirían su padre y su madre al verle en ese estado? Era alrededor de las nueve y no tenía nada de hambre. 

Al subir las escaleras tuvo una idea brillante. Entraría en casa, abriría la puerta de la cocina, daría las buenas noches a sus padres e iría directo(?) a su habitación. Él, por lo menos, podía abrir la puerta de entrada. No le pasaría como a otros que conocía, que ante la imposibilidad de abrir la puerta con la llave a causa de su borrachera se arrodillaron ante la puerta rogándole encarecidamente que se abriera sola. Abrió la puerta de la casa ¡Perfecto! 

Pero luego al abrir la puerta de la cocina, perdió el equilibrio, y tambaleándose después de una gran oscilación se cayó redondo en medio del suelo de la cocina. Su madre y su padre le miraban aterrados. ¡Se acabó la excusa! Ese algo, el suelo de la cocina, lo paró. Que si no…

Otra narración de taberna es la siguiente. Estaba una persona intentando aparcar. Allí apareció uno de Aramayona para ayudarle. Comenzó a decirle al conductor: ‘Dale, sin miedo, dale’’. El conductor movió el volante para llevar el coche hacia atrás. El de Aramayona, mientras movía el brazo derecho, seguía diciendo: ’dale’. 

El conductor no estaba muy seguro ya que veía al coche de atrás muy cerca, pero decidió seguir las instrucciones del ayudante. El ayudante seguía firme moviendo el brazo y diciendo: ’dale, dale’…Entonces se oyó un clac resonante cuando chocó con el coche de atrás. Y el de Aramayona concluyó con tono firme: ’ya le has dado’. Y como si lo ocurrido fuera algo lógico y natural, se fue tranquilamente.

En el cuarto tipo, un doloroso accidente dejó a la vista ese algo.

En el pueblo había un personaje miembro de una familia a la que se conocía con el apodo de ‘Katanga’. Ese apodo provenía del bar que regentaban con ese mismo nombre.  Era familiar del que esto escribe, ya que el padre del personaje en cuestión era hermano de su abuelo. Era muy especial. Al lado de la empresa Unión Cerrajera tenía una chabola. Allí tenía un par de perros, una vieja bicicleta y un coche viejo con chasis de madera. 

Esa bicicleta no tenía frenos, y al parecer frenaba con la punta del pie, tocando con ella la rueda trasera. Nuestro amigo Elías estaba un día bajando en bicicleta la empinada cuesta que desde Kanpanzar entra en Mondragón. En esa bajada alcanzaba una gran velocidad. De improviso dijo Elías: ‘la próxima frenare utilizando los “frenos Katanga” ‘. Comenzó a bajar la pronunciada cuesta llena de piedrecillas a toda velocidad. Cuando estaba a medio camino dirigió hacia atrás su pierna derecha y toco la rueda trasera. A consecuencia de ello, se levantó en el aire toda la bicicleta. 

Elías en ese terrible vuelo se encontró en un momento entre el firme de la carretera y la bicicleta. Luego golpeó con los dos brazos el firme y la bicicleta cayó sobre él. Se levantó gritando: ‘me muero, me muero’ y se dirigió hacia su casa. Al día siguiente apareció con los dos brazos enyesados. ¡Ese sí que fue un algo firme, el firme de la carretera!

El siguiente fue muy simple y no merecería ser contado de no haber sido testigo directo de ello. Un amigo de mote ‘Roka’ le dijo un día: ‘a mí no se me ha roto un hueso nunca’. Al día siguiente venía con una sonrisa triste, ocultando tras de sí su mano izquierda.  Con un movimiento lento mostro su mano izquierda enyesada. Algo así habría que pensar al verla: no digas nunca ‘a mí no me ha ocurrido algo’ si ese algo no deseas que te ocurra.

Por último, nuestros propios inventos mecánicos nos mostraban, sin ninguna piedad ese ‘algo’.

Un amigo de la cuadrilla volvía a casa, hacia las 8 de la mañana, después de pasar toda la noche de juerga. Iba con prisa, pues no quería cruzarse con su abuela que solía ir a la misa de las ocho. Normalmente volvía antes, pero se le hizo la noche corta esa vez. Para su perdición se juntó con otro que tenía como lema: ’cómo volver ahora si todavía es de noche, cómo volver ahora si todavía es de día’. Si hubiera vivido en Londres le hubiera bastado con decirles ‘es que me he juntado con Oliver Reed’ y si hubiera vivido en Dublín con decirles’ es que me he juntado con Brendan Behan’, pero estaba en Mondragón. 

Iba a toda prisa cuando vio a mano derecha las ‘Casas Pequeñas’ y aceleró el paso. Lo más en silencio que pudo abrió la puerta. En la entrada fijó su mirada en el acusador reloj de péndulo. Parecía decirle: ‘ya era hora, tío’. Faltaba muy poco para que dieran las ocho. Tuvo una idea. Si adelantaba un poco el reloj no soñarían las ocho campanadas y nadie sabría a qué hora había llegado. Así ese reloj delator no proclamaría su hora de llegada a casa. Abrió la puertecilla del reloj y movió la aguja larga. 

Adelantó un poco la hora, y puso el reloj en las ocho y unos segundos. ‘¡Bueno! ¡Arreglado!’- pensó para sí. Pero al abrir la puerta de su habitación, el maldito reloj empezó a sonar: ‘Ton, ton…’En casa del ex futbolista y ex teniente de alcalde de Mondragón ese día, a las ocho de la mañana el reloj de péndulo sonó dieciséis veces. ’A la porra la excusa!’-dijo el amigo de la cuadrilla al acostarse-’ Maldito reloj. ¡Si ese trasto no hubiera estado en casa…!’

Una vez recordados esos diez sucesos, algo amargo sentía en su interior. No tenía claro el motivo de ese sentimiento. ‘Dado que estamos en los inicios de la Inteligencia Artificial, sería preciso resaltar los sucesos reales. En estos sucesos hay carne y hueso, mientras que en el terreno de la fantasía solo mentiras en exceso’-se dijo para sí.

Refunfuñando prosiguió diciendo: la realidad es el guijarro imposible de sacar que se mete en el zapato de la fantasía, que nos recuerda quienes somos y donde estamos’.

Como conclusión se preguntó a sí mismo:’ ¿cómo se impone la realidad a la mentira mil veces repetida? ¡Esa es la gran pregunta!’

(1) Holt, J. (2012). Why does the world exist? New York/London: Liveright Publishing Corporation

5 iruzkin:

  1. Pedro Moso:
    Pensaba que a partir del libro que estabas leyendo ibas a explayarte con especulaciones metafísicas sobre la pregunta del millón (¿porqué hay algo y no más bien nada?) pero veo que sigues con tu particular recherche del tiempo perdido.Desde luego tus recuerdos tienen carne y hueso( y a veces algún hueso roto)
    Me quedo con la imagen del loro Luixito volando libre hasta el cable eléctrico y más allá. Me ha recordado el Bird on the Wire de Leonard Cohen. Voy a buscar la canción

    ErantzunEzabatu
    Erantzunak
    1. Muchas gracias Pedro.No esperaba menos de una persona a la que pregunte una vez desafiante: ¿Quien es Theodor Wiesengrund? Y me respondio sin pestañear: Adorno.
      El poder esta muy comodo con la postura de igualar cultura con las artes que van a los sentidos directamente evitando la enojosa y peligrosa reflexion, esto es, cultura es musica y artes visuales y punto.Luego entona el mea culpa hipocrita contra el totalitarismo, cuando es él el que ha evitado promocionar la reflexion y toda la cultura unida a ella.Y eso , cuando se trata del euskera es un pecado….mortal
      Memoria y reflexion son poderosas armas contra el poder absoluto. Tengo un poco descuidada ultimamente la parte de la reflexion, a ver si vuelvo a ella.

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  2. Manu Ceballos:
    Hola Joseba,
    He leído tu último capítulo, la primera frase del mismo me ha hecho recordar una pregunta que me ha acompañado durante toda mi vida.
    ¿Por qué hay algo en lugar de nada?, esta pregunta me la comencé a preguntar yo mismo hacia los cuatro años, cuando estudiaba en las Escuelas de Camacho, en Iralabarri. Allí, todo eran órdenes, imposiciones, algún castigo que otro, etc., ellos lo llamaban "disciplina", en fin. Recuerdo acontecimientos que emanaron de esa "disciplina" y que pusieron las primeras piedras para que se forjase en mí, el carácter y la personalidad que me han acompañado hasta el día de hoy.
    Esta conducta a la que me vi sometido de la noche a la mañana y que hasta entonces era desconocida para mí, me hizo comenzar a preguntarme ¿POR QUÉ EXISTÍAN LAS COSAS (Y SOBRE TODO, PORQUE EXISTÍA YO) EN LUGAR DE NADA, NI NADIE? No lo entendía, y ni lo entiendo a día de hoy.
    Joseba, ya sé que no tiene nada que ver con tu artículo, pero bueno, simplemente por comentarte que esta pregunta me ha acompañado siempre, en algunas etapas más frecuentemente y en otras más distanciadamente ("Gracias a Dios", porque es un bucle del que me resulta difícil salir).

    ErantzunEzabatu
  3. Marga Garcia Enguix:
    Soy de la opinión de que la realidad y la ficción muchas veces se dan la mano, a fuerza de repetir historias a veces dudo si las viví en primera persona o por el contrario mi memoria las distorsiona o se apropia de historias ajenas.

    ErantzunEzabatu
    Erantzunak
    1. No es el caso , estas son historias vistas por mí o contadas por los que las vivieron directamente.Creo que es el momento de revindicar los hechos y evitar fantasias irracionales

      Ezabatu