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Las ratas y el diseño inteligente

Acabó de noche el libro de Jim Holt (1) y se sentía un poco confuso cuando se metió en la cama. Cuando a la mañana abrió los ojos se encontraba en una situación en la que se preguntaba qué o quién soy y dónde estoy. No era más que un inmenso signo de interrogación en carne y hueso. 

Se dio cuenta que tal situación de asombro era la prueba básica de su existencia. Los miembros de su cuerpo, si los tuviera, podrían ser cualquier cosa. Una vez que observó su cuerpo y el entorno donde estaba, viendo que no había nada extraño, sintió una sensación de pesadez. Al estado de asombro le siguieron las sensaciones. Tenía un ligero dolor de cabeza, señal de una ligera deshidratación. ‘¡Levántate, vago, que ya es tarde!’ escucho en su cerebro. 

Ordenes, obligaciones, y sentimientos, eran procesos de la educación exterior interiorizados. ¿Quién era el daba las ordenes en su cabeza? ’¿Yo?’-se preguntó a sí mismo. No tenía claro que era ese ’yo’, aparte de un algo donde se encontraban las sensaciones, vivencias, sentimientos, reflexiones y órdenes. 

Y dominando esa unión la siempre vigilante reflexión. Pero ¿Cómo podíamos vernos a nosotros mismos? Ese vigilante podía tener muchas dimensiones. ¿Cuántas veces podría verse a sí mismo? ¿Una, o tras ese primer vigilante podría encontrarse otro? Y tras ese segundo, ¿otro más? Y así,¿hasta cuándo?

Se levantó y echó un vistazo al periódico ‘Berria’. Ante sí tenía al mundo. Un dictador, con la excusa de que tenía la intención de acabar con el fascismo, continuaba con la guerra. En el otro extremo otro personaje utiliza todas las mentiras a su favor para ser reelegido presidente, poniendo en riesgo de destrucción a la mayor democracia. 

Para completar ese triangulo rojo, para responder a un violento ataque, con una violencia mil veces mayor destruyen todos los edificios donde vive la población. ¿No son todos los seres humanos iguales? ¡Donde y en la que se conoce como Tierra Santa! Aunque fuera imposible, sintió el deseo de borrarse de la lista de seres humanos.

Tras leer la columna de Andoni Egaña salió a la calle para ir al trabajo en su entorno social.’ ¡No le des muchas vueltas, enfráscate en el trabajo para evitar la angustia!’-murmuró. Y los problemas de su entorno captaron toda su atención. Entonces se sintió inmerso en el mundo que era el auténticamente suyo.

A la hora del café le estaba dando vueltas a lo que había leído en el libro. La idea de que vivimos en el mejor de los mundos posibles, a pesar de que estaba claro para Leibniz, tenía pocas razones para hacernos creer que fuera verdad. 

El principio de que la bondad dirige al mundo no parecía tener mayores probabilidades de ser verdad. Ni la simplicidad. ‘¡Que simple eres a veces para llegar a creer eso!’-le dijo una voz interior. El Universo estaba en movimiento, y lo que veíamos una noche no era lo mismo que vimos la noche anterior. Estaban en juego incesantemente fuerzas atractivas y fuerzas repelentes, en distintas áreas del Universo. 

Algunos físicos de prestigio postulan la teoría del Multiverso. Hay muchos universos para los seguidores de esa teoría. Pensó que esa teoría podía ser utilizada en otro contexto.  ‘Dios, el vacío cuántico o lo que sea pudo crear infinitos universos de la nada. Pero a nosotros, por desgracia, nos ha tocado un mundo mediocre. La bondad, la virtud, la simplicidad, el amor a la verdad son difíciles de encontrar. ¿Qué le vamos a hacer?’-murmuro para sus adentros.

Recordó lo que habría escrito cuando tenía unos veinte años. En aquel entonces le vino a la cabeza la siguiente frase: ‘¡Qué mal le debió salir a Dios el mundo para que lo echara tan lejos de sí’! Escribió la frase y la guardó en el interior de un libro. ¡Arrebatos de juventud!

Con la ayuda de la memoria, un suceso ocurrido en su pueblo, Mondragón, le mostró que lejos estamos a veces de conocer las razones de los acontecimientos corrientes. Según eso, se hace difícil creer que estemos cerca de conocer el diseño del Universo. Si este diseño es inteligente, parece que todavía está lejos de ser conocido por nuestra inteligencia.

Faltarían alrededor de un par de años para que se cumplieran los cincuenta años desde que ocurrió aquel suceso. En el pueblo la gente dejaba la basura en unos sitios determinados. Un camión recogía toda la basura cada día y la llevaba a un basurero situado en el camino de Kanpanzar. Desde el camino caía la basura hacia abajo formando una pequeña colina. 

El camión llegaba allí, alzaba el remolque y la carga se abría camino hacia abajo, y la nueva basura ser arrastraba sobre la antigua pendiente abajo. Allí iban rodando todas las latas vacías. La solución más fácil: ¡ojos que no ven, corazón que no siente! Para un pueblo grande no parecía ser la solución más idónea.  La montaña de basura era cada vez mayor y eso podría acarrear muchos problemas. 

El Ayuntamiento como solución decidió por fin poner una incineradora en ese mismo lugar. En el pueblo se convirtió en el tema de todas las conversaciones. ‘¿Como van las obras?’-se preguntaban entre ellos todos los días. Como no estaba cerca del pueblo los pocos que conocían el estado de las obras daban la información, y de esta manera se actualizaba la información para todo el pueblo.  Era el tema de obligada mención en todas las conversaciones. Pronto desaparecería ese montículo de basura que afeaba el paisaje. Todo estaba en marcha y en la dirección correcta, ¡qué hermoso era el progreso! Los habitantes del pueblo se sentían participes del grupo de vanguardia del mundo. 

Pero cuando la obra acabó, viendo que la incineración no comenzaba el pueblo se sumió en un estado de confusión. ‘¿Cómo es que todavía no se incineran las basuras?’-se preguntaban los habitantes del pueblo. Desde una esquina del pueblo comenzó a extenderse un rumor utilizando una palabra maldita: ‘las ratas’. ‘¿Cómo que las ratas?’-preguntaba el interlocutor, con un gesto de asco. ’Sí, en el basurero hay un montón de ratas, y en cuanto desaparezca la basura bajaran al pueblo en busca de alimento.’ La repugnancia y el miedo se extendieron por el pueblo, como la pólvora encendida. 

Mas de uno empezaría a releer el cuento de ‘Flautista de Hamelin’. ‘¿No habrá alguien parecido en algún lugar?’ -pensarían ellos en su fantasía. A otros les vendría a la memoria el ballet del ‘Cascanueces’ o el libro de ‘El cascanueces y el príncipe de los ratones’. 

Se verían ellos inmersos en una épica pelea contra el rey de los ratones y su ejército. Pero dejando a un lado la épica, la repugnancia y el miedo eran los sentimientos predominantes. Para calmar esos sentimientos otro rumor empezó a extenderse por el pueblo desde un rincón: el Ayuntamiento se había puesto en contacto con expertos mundiales en desratización. Las conversaciones indicaban además que esos expertos eran japoneses. 

Así decían en todos los corrillos callejeros:  ’Sí, japoneses. Ya sabes, los japoneses utilizan tecnología punta.’ Como avanzaba el tiempo y el asunto de las basuras y su incineración seguía pendiente los pocos ecologistas que había entonces empezaron a tomar parte. Para ellos no parecía la incineración la solución más correcta. Solicitaron permiso para hacer una manifestación. Una vez obtenida la autorización mucha gente del pueblo tomó parte en ella. 

La gente no tenía claro cuál era el objetivo de la manifestación, pero sí tenían claro lo siguiente: el que las ratas bajaran al pueblo era un tremendo problema. Se escucharon pocas consignas en la manifestación. Según transcurría el tiempo la gente ya sabía que se estaba haciendo algo, pero entendía que era un trabajo de expertos. El final de todas las charlas callejeras era el mismo: ‘Ya sabes, los expertos estarán haciendo sus cosas’. 

De allí a un par de meses más o menos empezó a funcionar la incineradora. No se produjo la bajada al pueblo de las ratas. ¡Qué alivio sintió la gente! Pero una semana después de ponerse en marcha un amigo, cuyo padre era miembro del Ayuntamiento, nos dijo: ‘no os vais a creer lo que me ha dicho mi padre cuando le mencioné el final del problema de las ratas’. ‘¿Que te ha dicho, pues?’-le preguntemos. 

‘Así me respondió resoplando: ¡Que ratas ni que porras! Al que hizo ese proyecto se le olvido llevar el tendido eléctrico desde el pueblo hasta la incineradora. Y han andado en silencio aprovechando ese lapso de tiempo para llevar la corriente eléctrica hasta allí, sin decir nada a nadie’-nos respondió él. Nos quedemos de piedra sin saber qué decir.

Se sumergió de nuevo en sus pensamientos. ’Antes, todo lo que éramos era expresado solo como materia. Ahora, como continuación de esa simplificación negacionista solo somos datos, esto es, todo es información. Para captar nuestro universo se han utilizado todo tipo de medidores como instrumento. Pero al final todas esas medidas nos han atrapado. Todo es medida, nosotros también. El siervo se ha convertido en señor. 

Las personan somos solo ahora funciones matemáticas con unas variables determinadas. Y desde que estamos unidos a un móvil o a un instrumento similar esto se ha convertido en algo cada vez más real. En algún lugar aparece lo que leemos, dado que, incluso, la lectura nos es cargada automáticamente. A qué hora nos levantamos y en qué tramo físico nos movemos y en qué tramos horarios. También qué buscamos y qué compramos. Todos esos datos, los cuales nos definen, quedan en alguna base de datos. 

En la medida en que seamos más complicados, nuestra función tendrá más variables, pero eso es todo.’ Bastante enfadado murmuro:’ Algo habrá que hacer contra eso’. Este fue su ultimo pensamiento:’ Habrá que empezar a leer más libros. Los libros no emiten ninguna señal que nos sitúe localmente, y su lectura no quedara en ninguna base de datos, solo en nuestro cerebro.’

Luego con una sonrisa recordó lo visto en el Tour de Francia del 2024. Durante la última etapa, en la prueba contra reloj, por una subida empinada subían los corredores de uno en uno. 

Allí mismo estaban tres jóvenes mujeres dando ánimos a los corredores. Llevaban una pancarta de cartón con un mensaje en letras azules, blancas y rojas. En un francés no muy académico decía:’ pedalear como si el bar lo fueran a cerrar en cinco minutos’ (2). Sin poder contener la risa dijo en voz baja: ‘Benditas seáis, ¡que ese maravilloso ingenio nos salve!’

 

(1) Holt, J. (2012). Why does the world exist? New York/London: Liveright Publishing Corporation

(2) ‘pédales comme si le bar ferme dans 5 minutes’

2 iruzkin:

  1. Pedro Moso:
    Tus reflexiones mañaneras sobre el yo, la identidad y el pensarse a sí mismo se parecen a una frase de Steiner que he ido a buscar"...toda tentativa de pensar en el pensamiento está a su vez enredada en el proceso de pensamiento, en su autorreferencia”. Ya de paso me he puesto a releer el librito que se llama Díez (posibles)Razones para la Tristeza del Pensamiento
    Está claro que tus artículos me sacuden la galbana
    Tu arrebato de juventud "qué mal le debió salir a Dios el mundo para que lo echara tan lejos de sí" me ha recordado la famosa frase de Porfirio Diaz (creo) "Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos". Ahora mismo quizá todos somos un poco México.
    Los bulos que se basan en infundir miedo suelen tener éxito y desde luego las ratas son un claro símbolo de amenaza ominosa. En mi portal se suceden los carteles del Ayuntamiento anunciando campañas de desratización. A veces imagino a las ratas que sobrevivan al veneno haciéndose cada vez más terriblemente grandes, como monstruos de una película japonesa
    A pesar de todo esperemos que en un rincón del corazón humano siga habiendo sitio para la bondad, la virtud, la simplicidad y el amor a la verdad

    ErantzunEzabatu
  2. Juan Fernandez-Nespral:
    Oye, además de las reflexiones, qué buena la anécdota de las ratas. Así funcionará (a veces, al menos) el mundo de la gran economía. Que no se den cuenta, ganemos tiempo y enderecemos esto... Y va uno, y se le ocurre lo de las ratas. Muy bueno.

    ErantzunEzabatu